Hace un año atrás, casi a la misma hora, la política nacional y el Pueblo todo, comenzaba a visualizar que estaba por partir hacia la eternidad histórica, uno de los más brillantes demócratas de los que tengamos memoria: Raúl Ricardo Alfonsín. Luchador incansable por las libertades públicas e individuales, transitaba los últimos minutos de su vida terrenal. Se apagó definitivamente el 31 de Marzo. Huelgan demasiados comentarios sobre su personalidad combativa, desde las palabras y hechos concretos, con el fin de lograr que los argentinos recuperáramos para siempre, la participación popular. Para que sobreabundar sobre los méritos que supo alcanzar, cuando aquel día, el Pueblo de la Nación dio claras muestras de ello. La despedida tributada, forma parte de las historias imborrables. Como todo aquel que asume la máxima responsabilidad de conducción de un país, su gestión - comprendida entre 1983 y 1989 - tuvo defectos y virtudes, los que debemos analizar sin temor, porque constituyeron un paso significativo en la consolidación del sistema democrático. Sin pontificar creo que, ninguno de los que formamos parte de los niveles de conducción ejecutiva ó legislativa, podemos hacernos los desatentos ante el pasado más reciente y los tiempos actuales. No es solo el radicalismo quién está en deuda, sino también nosotros, que abrazamos la causa Nacional y Popular del Peronismo. Reconocer los errores, no debe avergonzarnos. Por el contrario, constituye un acto de grandeza individual y colectiva, como así también un gesto de madurez que los ciudadanos, desde Tierra del Fuego a La Quiaca, desde la Cordillera de los Andes al Río de La Plata, comprenderán, siendo conscientes que nos deben acompañar en el proceso de recuperación en el que se está poniendo especial empeño, desde las esferas municipales, provinciales y nacional. Cuando estamos a pocas horas de recordar el primer aniversario del fallecimiento del doctor Raúl Alfonsín, es momento de efectuar una mirada introspectiva por parte de todos, y consolidar Argentina, interior e internacionalmente, asumiendo que su gestión surgió después de una cruenta dictadura militar, la irresponsabilidad de llevar al país a una guerra desigual, la entrega del patrimonio nacional, la resistencia de sectores reaccionarios a ceder privilegios robados por la fuerza, y la ciclópea tarea de recomponer los tejidos rotos en el espíritu de la mayoría del Pueblo. El primer presidente de la Democracia, reconquistada hace casi 27 años, se constituyó en auténtico faro. Vale, poco y nada ahora, analizar los alcances positivos ó negativos de gestión. Vale, saber y reconocer, su lucha. Esa lucha comenzó como Diputado de la Provincia de Buenos Aires. Pese a las interrupciones a las que nos tuvieron a maltraer, quienes no fueron capaces de respetar los legados de San Martín, Belgrano, Mosconi, Savio, Perón, nunca cejó. Suelen contar quienes lo conocieron y trataron intensamente que, cada vez que se conculcó la Libertad en Argentina, Raúl Alfonsín recorría a escondidas, pequeñas y grandes comunidades, con el fin de reunir personas afines a su postura ideológica, con el propósito de adoctrinarlos sobre su causa y del más que centenario partido, utilizando el más justo y valioso de los dones del hombre: la palabra. Como ciudadano argentino, bonaerense y Diputado Provincial, no es mi pretensión adelantarme a lo que seguramente será un día de profunda reflexión y actos de recordación, sino realizar una humilde contribución pues – seguramente - si estuviera entre nosotros en plenitud, hubiese participado activamente del Día de la Memoria, la Justicia y la Verdad, como así también aportado sus conocimientos, para que el disenso deje de constituirse en impedimento, transformándose en pieza clave para alcanzar mayor bienestar. Lo saludo desde aquí, Doctor Raúl Alfonsín. Habrá – seguramente – un correo interestelar que le hará llegar estas palabras escritas, para que las lea y si desea guarde en su biblioteca. Las ha volcado desde la profundidad del ser, un adversario que lo respetó. Las hace llegar a sus compañeros, integrantes del radicalismo, Pueblo y medios de comunicación, uno de los tantos que - cuando transita los pasillos de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires - es consciente que los mismos lo tuvieron a Usted, como calificado protagonista, ambicionando desde aquella rebelde juventud, alcanzar el mayor privilegio al que un ciudadano nacido, criado, educado y padre de familia en Argentina, puede aspirar: la presidencia de la Nación.