El 17 de noviembre, inspiración para un nuevo peronismo

El 17 de octubre de 1972 Perón anunció su regreso pese a las declaraciones del general Lanusse de que no le daba el cuero para volver. La CGT anunció un paro para el día del retorno, mientras el gobierno militar decretaba un feriado para la misma fecha (con la clara intención de debilitar el efecto del paro). 

La dictadura militar también prohibió los actos públicos, manifestaciones y movilizaciones, amparada en el estado de sitio vigente. Además desplegó como forma de “disuasión” una fuerza de 30.000 efectivos alrededor del aeropuerto de Ezeiza. La tensión fue creciendo mientras los militantes anónimos mostraban en paredes y calles carteles de bienvenida a Perón.  

En la madrugada del 17 de noviembre comenzaron a arrancar cientos de camiones cargados de manifestantes dispuestos a burlar el dispositivo de seguridad del Ejército. Se defendían de la lluvia con lo que tenían a mano. Por miles cruzaron el río Matanza. Querían ver a Perón. Querían ver realizado el objetivo de la campaña del “Luche y Vuelve” por el que habían militado. Las tropas los reprimían, dispersaban y perseguían tratando de mantener al Pueblo lejos de Ezeiza. Y ellos insistían tercamente, impulsados por el viento de la historia. Después de intensas negociaciones, marchas y contramarchas, a las seis de la mañana del 18, Perón partió rumbo a su nueva residencia.

Atrás quedaban 17 años y 48 días de exilio, gracias a la militancia y sacrificio de miles de militantes anónimos que lucharon desde septiembre de 1955 para lograr el regreso de Perón a la patria y al poder. Durante ese largo período de resistencia,  la militancia peronista había logrado poner en jaque a los sucesivos intentos de consolidar un orden político antidemocrático que proscribía y excluía al pueblo peronista. Esos militantes habían asumido el mensaje de Perón de que cada peronista llevaba el bastón de mariscal en su mochila y ese 17 de noviembre lograron su victoria.

Hoy los peronistas no solo debemos recordar y homenajear a los protagonistas de aquella jornada. Debemos asumir el deber de la hora. Estamos llamados a reconstruir al peronismo como movimiento político al servicio del Pueblo.  La reconstrucción y renovación del peronismo no va a suceder por un simple recambio dirigencial. Hay un agotamiento de estilos y métodos frente a una sociedad que exige más realidades y menos discursos. 

Hacia adentro el peronismo exige conducción por persuasión y representación electoral. El alcahuetismo y la obsecuencia hacia los dirigentes, así como la imposición a dedo de candidatos y listas no van más. La sociedad ha castigado electoralmente esa forma de hacer política. Debemos poder construir un peronismo basado en la Cultura del Encuentro que pregona el Papa Francisco y entender que la pluralidad de perspectivas y las verdades relativas al interior del peronismo son necesarias para ser una fuerza democrática que sintonice con una sociedad más diversa y plural. 

El Perón que retornaba a la patria en noviembre del ´72 impulsaba la pacificación y normalización del país, planteando una nueva verdad peronista: "Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino".